El descodificador

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Un atracador entró en una sucursal de la Caja del Mediterráneo de Alicante armado con dos cuchillos jamoneros. No quería dinero, sólo resolver unos papeles. Pidió tres cosas: Una litrona, salir en la televisión y un abogado. Por este orden. La policía, quizá camuflada con monos de repartidores de Mahou, le detuvo durante la entrega de la cerveza. Nunca sabremos qué trámites legales o financieros quería agilizar nuestro forajido, pero debía ser algo peliagudo para tener que recurrir a dos armas tan letales como el miedo (los jamoneros) y el poder mediático (la televisión).

Salvando las enormes distancias, Gadafi y sus secuaces están empleando en Libia una política represora similar, basada en la garrota y el control de los medios de comunicación. Las consecuencias están siendo diametralmente opuestas: la brutal actuación del ejército y la policía de Gadafi ha causado ya cientos de muertos. Fuera de Libia sólo podemos ver algunas imágenes capturadas con teléfonos móviles. Mientras, Saif el Islam El Gadafi, hijo del dictador, utiliza la televisión para lanzar mensajes amenazadores: “Esto va a ser peor que Irak y Yugoslavia”.

¿Dónde consiguen los dictadores las armas con las que matan a la población civil? En los países democráticos. España aumentó un 44% su venta de armas durante la crisis, exportando en 2009 material militar por valor de 1.346 millones de euros. Durante años, casi la mitad de las armas que hemos vendido han tenido como destino países no democráticos.

Los estados del Magreb y Oriente Próximo, esos cuyas poblaciones se están rebelando contra la tiranía, la corrupción y la injusticia social, son unos excelentes clientes. Por si usted no lo sabía, Libia e Irán suman el 50% del material de doble uso, militar y civil, vendido por España en 2009. Y el país de Gadafi utiliza tecnología vasca para sus armas y programas nucleares. Es más, en estos momentos España está a punto de cerrar la venta de 250 carros de combate a Arabia Saudí, otro país sin elecciones y con manifestaciones y disturbios, por 3.000 millones de euros, el mayor negocio armamentístico de la industria militar española. Finalmente le recordaré que las exportaciones de armas a Marruecos, un país en el que soplan vientos de cambio, crecieron un 923% durante 2008, pasando de 11,13 a 113,90 millones de euros, aumento que convirtió a la dictadura más próxima a nuestro país en el tercer cliente de la industria militar española, con el 12,2% del total de exportaciones.

Son los habituales ejercicios de hipocresía y cinismo de los países democráticos, capaces de aceptar sin inmutarse petrodólares manchados de sangre. Un último ejemplo de esta doble moral nos lo ofrece el Rey. Siguiendo los pasos de José Bono en Guinea Ecuatorial, Juan Carlos muestra su apoyo a Kuwait de la mejor forma posible: viajando a la región en conflicto. Invitado por el emir, el próximo sábado Juan Carlos visitará este país petrolero, donde coincidirá con su colega el rey de Marruecos.

Le dejo con algunas imágenes del álbum familiar de Gadafi padre…

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P.D.

Ironía densa y discutible la de Fernando Savater cuando, entrevistado en Telecinco, dijo: «me he divertido mucho con el terrorismo». Y agradeció que ETA le haya hecho «estar vivo, activo, metido en política y jóven». «Personalmente no solamente no estoy enojado sino al contrario. Casi lo agradezco porque me han dado 15 o 20 años más de juventud», aseguró el filósofo con una sonrisa en la boca.

“La primera víctima de una guerra es la verdad”. Hiram Johnson, senador californiano.

Excelentes noticias: ya podemos recibir información desde El Aaiún. Marruecos eligió los medios de comunicación españoles que serán sus representantes informativos en el conflicto y, tras un par de amagos, les ha permitido entrar en la zona de conflicto. Los afortunados ganadores del concurso “Libertad de expresión e información en Marruecos” han sido…tachán tachán… ¡El País y El Mundo! Estos dos periódicos han aceptado la invitación, es decir, las reglas de juego impuestas por Mohámed VI y Rubalcaba, y guiados por el Gobierno marroquí nos contarán la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad sobre la situación en los territorios saharauis. El resto de medios de comunicación españoles, unos auténticos pringados, se han quedado en casa. Imagino que Marruecos tratará divinamente a los reporteros afortunados: mariconeras para los billetes y la documentación, hoteles con encanto, litros de té a la menta y jugosos descuentos en las tiendas de alfombras. Si por la noche llegan a la habitación cansados, el guía, que es sobrino del ministro del Interior marroquí, se ha prestado a escribir sus crónicas mientras ellos degustan un tajin de cordero. ¡Joder, mejor que con Marsans!

Lo cierto es que confío plenamente en los periodistas españoles elegidos por Marruecos. Es posible que los guías impuesto por Mohámed VI ofrezcan al enviado de El Mundo buscar restos de titadine en el culo de los camellos, y al de El País la posibilidad de apañar un prestigioso premio Ondas de la edición 2011, pero es seguro que ninguno de los dos aceptará. El problema no son los periodistas, profesionales sobradamente contrastados, sino las formas: negociar con Marruecos para disimular la censura, asumir el deterioro de la libertad de expresión, aceptar las condiciones de un país oprimido por una dictadura feroz, e incluso resultar insolidarios con el resto de medios.

Es bien sabido que la mejor forma de contribuir a la estabilidad de una dictadura es apoyar su propaganda. Hacer el juego a Marruecos, aceptar sus reglas sobre desinformación, contribuir a estas pantomimas periodísticas, me temo que no resulte de gran ayuda para aliviar las miserias saharauis.

¿Y el periodismo? Perdone pero ahora mismo no sé de qué me está usted hablando…Sí, coño, hablo de informar con libertad, de no aceptar chantajes del poder, de ser la voz de los pobres y desamparados. Ya recuerdo, ya…

En “El programa de Ana Rosa” (Telecinco) la presentadora, una escritora que confió su talento a un negro, pregunta a Alfonso Rojo, periodista de imaginación desbordante que, curiosamente, es familia del negro en cuestión…

– Alfonso ¿Tu hubieras estado en El Aaiún? Te quedaste en Bagdad como único corresponsal extranjero…

– Me hubiese gustado, por supuesto…

Alfonso Rojo ya no está en El Mundo, y su nueva versión de tertuliano-basura no le ha hecho acreedor de la imprescindible invitación del Gobierno marroquí. Pero bueno… ¿Desde cuándo los periodistas de guerra, los buenos, tienen que escribir sus crónicas desde el lugar del conflicto? ¿Acaso no se pueden escribir maravillosos textos sobre batallas y miserias alejados de balas y penurias, desde la butaca de casa o la silla de la redacción? ¿Asistió acaso don Benito Pérez Galdós a la batalla de Trafalgar? ¿Estuvo quizá presente Tolstói en las guerras napoleónicas, en esa batalla de Borodinó que tan magistralmente narra en “Guerra y paz”?

El conflicto del Sáhara occidental, censurado a la prensa española excepto para dos medios, nos ofrece una oportunidad de oro para volver a la tribu, para recuperar el periodismo de botella de JB y barra de puticlub. ¿Periodismo ciudadano? Y una mierda. Demos una lección a los que no creen en las leyendas de la información. Demostremos que cualquiera con un bolígrafo, o un iPad, y algo de imaginación puede escribir un reportaje. Recuperemos las buenas costumbres, aquellas que nos proporcionaron deportivos descapotables y casas en La Finca… El bloqueo de Marruecos a los periodistas nos lo pone a huevo, queridos compañeros: volvamos al periodismo ficción. ¡Es tan cómodo, tan creativo, tan rentable! ¡Y es tan difícil que te pillen!

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P.D.

La fotografía de la jornada, cargada de emotividad y cinismo…

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Un motivo para NO ver la televisión

La marrana negra de la literatura rosa.

Autor: Carlos Velázquez.

Editorial: Sextopiso.

Cuesta trabajo adentrarse en la marginalidad vital y estética del submundo narrativo de Carlos Velázquez, un tipo con aspecto de representante de funeraria de provincias que escribe a ráfagas, con palabrejas recortadas e ideas de bombero. Así comienza “La marrana negra de la literatura rosa”, el cuento que cierra este libro y le da título: “Yo tuve una cochinita fri stayl. Una cerdita matona. Ni dálmata, ni atonal. No da leche congelada. Una cionita negra negra. De raza. Mi marranita tenía filin. Estaba hecha con 6/4 de gruvi, 3/8 de suing, chil out, bit, daun tempo, mucha cumbia y soul: en total, 80 kilos de sabrosura y glamur. No le faltaban vitaminas. No le faltaba guapeo. No le faltaba pediquiur: Si acaso un amor. Si acaso su machín. Por eso el anuncio en el peiper:

SE BUSCA CHANCHO FINO PARA COMPLACER A COCHINITA SEXY

Mi puerquita se llamaba Leonor. Oh, Leonora, Leonora”.

No es fácil sumergirse en el abstracto universo de Velázquez, como no es sencillo buscar el estribillo en una canción de Tom Waits o retozar en un plato de chiles poblanos en nogada… Pero una vez dentro el placer es grandioso. Estamos ante un genio, por original y descarado, por demoledor y tronchante, por deslenguado y cabrón… Así es el pinche Velázquez, todo un talento de la nueva literatura mexicana.


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