El descodificador

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«Todo el que espera a la pena, la sufre; y todo el que la merece, la espera». Michel de  Montaigne

A medida que se acercan las elecciones se dispara el consumo de dos productos básicos: cemento y televisión. El retorno del compañero del ladrillo, esa papilla de caliza, arcilla y arena con que España se alimentó las últimas décadas, se debe al crecimiento de la obra pública, un reclamo infalible para que el pueblo llano, ignorante y olvidadizo vuelva a prestar atención a la política. La televisión siempre ha estado ahí, pero ahora se encuentra en campaña: en el previo del partido Deportivo de la Coruña-Real Madrid (La Sexta) el defensa Albiol no se limitó a hablar de cómo jugar con cuatro centrales o del contraataque como gran descubrimiento de Mourinho. ¡Confesó que su político favorito era Francisco Camps!

Parece evidente que Camps no es un gran político, ni tampoco un ejemplo de honradez, ni siquiera un buen comunicador, pero no se puede negar que despierta pasiones. Y que los periodistas le adoran, como la auténtica mina informativa en que se ha convertido. La última: “Camps pagó 2,5 millones de euros a Calatrava por un proyecto fantasma”. Pero donde el presidente de la Generalitat Valenciana es especialmente querido es en su propio partido: “Camps en el banquillo no es la mejor idea para una campaña”, reconoció Dolores de Cospedal en una entrevista en Veo 7 .

Francisco Camps es lo peor que le ha podido pasar a una política, la española, sembrada de dudas. Camps es el abuso, la mentira, la mediocridad, la burla. El desprestigio de la justicia. El deterioro de las instituciones. El hazmerreir de la democracia. Pero sobre todo Camps es impunidad, el primer síntoma de la corrupción del Estado. Un retroceso a lugares malignos e incivilizados en los que todo vale, no hay castigo, los políticos son todopoderosos.

Camps es lo último que necesitamos…

“Dimos la noticia que todo periodista quería dar”. Con estas palabras quiso Ana Rosa Quintana zanjar la polémica sobre la entrevista emitida por su programa con la mujer de Santiago del Valle, presunto autor de la muerte de la niña Mari Luz, en la que acusaba directamente a su marido de la muerte de la pequeña. Ana Rosa comete dos errores de gravedad. Cree que todos los periodistas son iguales, primero, para inmediatamente después ejercer de portavoz de todo el colectivo. El resultado de semejante impostura sólo podía ser una mentira.

A un servidor, por ejemplo, la noticia que le gustaría dar tiene que ver con Francisco Camps. El titular sería más o menos éste: “El presidente de la Comunidad Valenciana paga finalmente un alto precio por su soberbia”. El resto del texto se lo dejo a usted…

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Un motivo para NO ver la televisión

Cauces de maldad.

Autor: Michael Connelly.

Editorial: Ediciones B.

El último libro del Connelly norteamericano tiene ya seis años, pero se publica ahora en un cómodo y ajustado (10 euros) formato de bolsillo. La historia parte de uno de los título más populares del escritor,  “Deuda de sangre” (convertida en película por Clint Eastwood), y recupera a muchos de sus  personajes: Rachell Walling, Terry McCaleb, su mujer Graciela, Robert Backus (el Poeta) y, por supuesto, un Harry Bosch cada vez más escéptico.

No estamos ante la obra maestra de Connelly, es evidente. “Cauces de maldad” siempre parece un libro ya leído, diseñado para prolongar un éxito o quizá satisfacer las necesidades de los seguidores del escritor. Una dosis cortada para evitar el mono. Correcto en su planteamiento y desenlace, brillante en algunos diálogos, sin embargo resulta extrañamente conocido e incapaz de sorprender. Un libro menor, en el que sólo sorprende que Connelly intercale la utilización de la primera y la tercera persona. Espeluznante portada, por cierto.

“El Estado no somos todos. El Estado son ustedes y sus amigos”. Santiago Sierra, artista.

Los lectores de este blog, soberanos ellos, en ocasiones utilizan el espacio dedicado a los comentarios como desahogo. Pierre Arnaud se quejaba amargamente el pasado domingo del desprecio de la televisión por niños y adolescentes: a las 12:24 de ese día festivo La Sexta emitía “El guerrero más letal”, un programa “que consiste en testear armas y ver cuáles son más letales. Para ello se utilizan elementos que simulen el cuerpo humano para que las pruebas sean lo más reales”. El horrorizado lector cree que la falta de control a los medios audiovisuales es tan grande como su  influencia negativa en los más pequeños: “Luego me vienen diciendo que la LOE -Ley Orgánica de Educación- es un fracaso y una mierda cuando, en realidad, es la puñetera mejor ley de educación que hemos tenido hasta la fecha”.

No deberíamos olvidar que nuestras televisiones privadas son concesiones del Estado Español: las cadenas operan bajo el manto de unas licencias de servicio público otorgadas por el gobierno. Un  gobierno que tiene el deber de garantizar el buen uso de ese espacio radioeléctrico, un bien nacional. No lo hace. El Estado es quien tiene la obligación de vigilar que estas cadenas privadas, con objetivos exclusivamente económicos, cumplan los requisitos mínimos de decoro y utilidad pública. No es así.

Este Estado no soy yo. Este Estado, ustedes, conceden las cadenas a quienes les viene en gana, a sus amigos. Olvidan que los ciudadanos tenemos derecho a una comunicación digna, a unos informativos veraces, a una programación infantil adecuada, a un respeto por los horarios de protección y la salud mental del televidente.

En mi modelo de Estado se advertiría a las cadenas de televisión, mediante dolorosas multas económicas, cada vez que violasen las reglas del juego. Y en casos de reincidencias malintencionadas, las concesiones no serían renovadas. Que ganen dinero con sus cadenas privadas, de acuerdo, pero no a cualquier precio. Les recuerdo que Antena 3 aumentó en un 153% sus beneficios en el primer semestre del año, mientras que Telecinco lo hizo en un 73%.

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P.D.

En La Sexta tienen doble personalidad. Como acabamos de ver, los domingos a medio día enseñan a los niños cuales son las armas más letales, las más adecuadas para traspasar la piel humana. Lo que no impide que al mismo tiempo, en las pausas publicitarias de ese catálogo audiovisual de máquinas de matar que es  “El guerrero más letal”, nos quieran convencer de que todos somos Kimbo…

“Tú también puedes cambiar la vida de miles de niños”, dice la promo, que suena francamente obscena cuando unos segundos antes has escuchado las virtudes del “Mossberg 590 del calibre 12, un fusil que puede meter una bala en el pecho del enemigo a 90 metros de distancia… Para calibrar su potencia utilizamos un cerdo, porque es parecido al cuerpo humano. De esta forma podemos valorar las heridas que sufriría”.

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Un motivo para NO ver la televisión

Último Recurso y Echo Park

Autor: Michael Connelly.

Editorial: Ediciones b y Rocaeditorial.

He leído seguidos estos dos títulos de Connelly, uno de los maestros de la novela negra “con detective”, y resultan agradablemente similares. En ambos se reabren casos de asesinatos no resueltos, olvidados durante años. Los dos están protagonizados por el peculiar detective Hieronymus «Harry» Bosch, y en los dos Connelly demuestra que es uno de los grandes: un escritor sin altibajos, capaz de ofrecer en cada nuevo libro toda una demostración de regularidad. Y a un alto nivel…

Pero hoy quiero hablar del sonido de los libros de Connelly. El jazz es la música de la novela policiaca, y el jazz es la música favorita de Harry Bosch. En estos dos libros se habla de una grabación, un clásico, “el mejor disco”, el “Kind of Blue” de Miles Davis. “All Blues era la primera canción del aleatorio y era como sacar un blackjack en una mesa de apuestas altas”, escribe Connelly. “Era su favorita y la dejó sonar”…

El 3 de octubre de 1995, a las diez en punto de la mañana, el portavoz del jurado del caso O.J. Simpson pronunció las palabras mágicas: no culpable. Más de 150 millones de estadounidenses vieron la ceremonia por televisión y escucharon esas dos palabras, el veredicto del juicio más seguido por el público y los medios de comunicación. La «O. J. manía», uno de los fenómenos mediáticos más sorprendentes de la historia, surgió de la unión entre televisión y justicia.

En España queda mucho camino por andar. Acaba de terminar el juicio por el asesinato de Nagore Laffage, la joven estrangulada durante los Sanfermines del pasado año por un psiquiatra de la Clínica Universitaria de Navarra, y las audiencias televisivas han sido irrelevantes. Pequeños empujones a unos informativos y magazines matinales acostumbrados a lo macabro. Pero no se preocupen amantes de la crónica negra, porque acaba de arrancar el juicio por el crimen de Fago. Entre uno y otro suceso han podido disfrutar de litigios menores, como el crimen de la catana o el asesinato de Sandra Palo. Lo justo para quitarse el mono.

La suerte de Santiago Mainar la podemos seguir a la carta: en directo en CNN+, en diferido en el resto de informativos, o bien en reposados reportajes y tertulias vocingleras. Lamentablemente, el presunto autor de los disparos que acabaron con la vida del alcalde de Fago es guarda forestal, no jugador de la NFL. Huesca no es California, y Fago no está en Los Ángeles. Resultan enormes las diferencias entre ABC, CNN o Discovery y Telecinco, Antena 3 o TVE.  Esta última, sin ir más lejos, suspendió la reposición prevista para el pasado fin de semana de “Fago”, una mini serie espantosa. ¡Qué grave error, qué concesión a la razón, qué mojigatería televisiva! La justicia, para que pueda ser disfrutada en toda su grandeza, debe ser popular y ocupar el prime time.

Así lo entendió Telecinco, que dedicó tres horas de su programación de tarde del domingo a Fago, con un reportaje y un especial, presentado por María Teresa Campos, que incluía la presencia en directo de la hermana de Mainar. “¡Que no se vayan de rositas!”, reclamaba en un alarde de profesionalidad la veterana presentadora ante la mirada atónita de Marcos García Montes, abogado de Mainar. García Montes, letrado de tantas y tantas inolvidables superproducciones, es uno de esos abogados televisivos que parecen aceptar los casos no tanto por la índole del delito, sino por su repercusión mediática. ¿Recuerdan a James Wood en “Shark”? Pues eso.

Nos gusta la ficción, pero preferimos la realidad. Buena prueba de ello es que court shows como “Tribunal popular” o “De buena ley” pasaron a la historia. Siempre habrá un buen crimen pasional, un robo con violencia, un asesinato con ensañamiento, que nos ayuden a recordar que los monstruos son otros. Lo inaudito es que se retransmitan procesos judiciales protagonizados por personajes anónimos. Seguro que ustedes permanecerían hipnotizados delante de sus pantallas viendo en el banquillo a Mario Conde, los Albertos, Roca, Julián Muñoz o cualquier político corrupto, de esos que se quejan cuando les graban saliendo esposados del ayuntamiento. El éxito de O.J. Simpson demostró que los espectadores exigen telerealidad de calidad, que es tanto como pedir acusados mediáticos. La “Mainar manía” es imposible. Por tanto, nada de delitos de barrio, asesinos sin nombre y chorizos de medio pelo. En el banquillo, galacticos.

P.D.1

Eurodisney. En eso dicen en el PP que se convirtió el último mitin del PSOE, celebrado ayer en Madrid. Y lo dicen porque intentó revolucionar el concepto tradicional de acto político, convirtiéndolo en todo un show televisivo. ¿A la norteamericana? No sé si tanto… En el PSOE hablan de mitin interactivo. Hubo música en directo, presentadores-animadores, reporteros que entrevistaban a los protagonistas, grandes pantallas de vídeo, entradas triunfales de líderes y lideresas por una alfombra roja, cámaras persiguiendo a Zapatero y señora por los pasillos… ¿Eurodisney? Efectivamente. Igual de hortera.

P.D.2

“La chistorra de aquí a veces es un poco pesada…”, dijo un comentarista de Canal + después de que un linier del partido Osasuna-Valencia, jugado en Pamplona, recibiese el impacto de un bocadillo en la cabeza.

 

Un motivo para NO ver la televisión.

El Veredicto.

Autor: Michael Connelly.

Editorial Roca.

El abogado Mickey Halley, protagonista de “El veredicto”, habla con el juez sobre lo que llaman “orden de casa”. Que no es otra cosa que aceptar una solicitud de la cadena Cortes TV para emitir en directo segmentos del juicio. Ni el fiscal ni él ponen reparos. “Al fin y al cabo es propaganda gratuita, en mi caso para conseguir nuevos clientes”, confiesa el abogado.

Michael Connelly reúne en su último libro, por primera vez, a Haller y Harry Bosch, los dos grandes protagonistas de sus novelas. El peso de la historia cae sobre el primero, que tras un periodo de mala fortuna a nivel profesional hereda todos los casos de un compañero asesinado. El caso estrella del lote, la defensa de un productor cinematográfico acusado del asesinato de su mujer, se complica de tal manera que requiere la colaboración de ambos personajes. Haller y Bosch, espíritus aparentemente antagónicos, están condenados a entenderse. Lo hacen en esta nueva joya negra de Connelly.


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