el tonto de la tertulia

Posted by: Javier Pérez de Albéniz on: jueves, 11 marzo, 2010

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El puesto de tonto se ha convertido en esencial en una sociedad, la española, siempre generosa a la hora de conceder papeles secundarios. El mentecato  adquiere la condición de personaje imprescindible en el actual escalafón social. Es un tontaina y un majadero, de acuerdo, pero también un ser tan entrañable como útil, sin duda porque cumple un papel fundamental en el orden moral: engrandece la inteligencia de los que le rodean. El bobo, para qué andarnos con remilgos, nos hace más listos a los demás, más interesantes, mejores personas. Sólo era cuestión de tiempo que la televisión comprendiese su importancia y diese al lerdo categoría de estrella, concediéndole el mismo lustre que a presentadores, productores, realizadores o analistas de audiencias.

Si se toman la molestia de husmear en nuestra  cultura popular se encontrarán con una larga y jugosa lista de zopencos. El tonto del bote, el tonto de capirote, el tonto de Coria, el tonto de los cojones, el tontolaba…El mundo audiovisual no podía permanecer ajeno a tan jugoso personaje, fenómeno antropológico dispuesto a ofrecer muchos e inolvidables momentos de gran televisión. Dicho y hecho. Había nacido el tonto de la tertulia.

El tonto de la tertulia es, para que ustedes me entiendan, aquel miembro del PSOE que acude como invitado a las tertulias de Intereconomía o Veo 7. El tonto de la tertulia es el periodista de la COPE  que acude como invitado a las tertulias de Concha García Campoy o La Sexta. No diré nombres, pero sí daré pistas: el tonto de la tertulia es un pardillo, un vanidoso, un inconsciente y un lechuguino, capaz de meterse en un nido de víboras solo por arañar un minuto de pantalla, un instante de gloria.

El truco es francamente burdo: con la presencia de estos individuos sin luces, las cadenas pretenden cubrir el cupo de rivales imprescindible para que sus tertulias parezcan equilibradas. No escogen a contrincantes de peso, a tipos inteligentes, con sentido común, sino a los más merluzos de entre los besugos: el radical jefe de informativos de una radio enloquecida, el político arrinconado, el mamporrero de un ex presidente, la periodista decadente, el botarate gritón. El tonto de la tertulia, que por algo es medio memo, acude a su propio linchamiento con una sonrisa en la boca. Y la cartera hambrienta.

¿Ha perdido alguna vez el tiempo buscando a Wally? Le propongo que a partir de ahora desperdicie ese bien tan preciado frente al televisor,  buscando al tonto de la tertulia. Es mucho más fácil encontrar al tardo televisivo que al chaval del jersey a rayas.

Etiquetas: tertulianos, Wally